"Vi una víbora al otro lado del camino, de un metro de largo", cuenta Elsa Ospino, instructora agrícola en un remoto valle de Perú. La serpiente que vio -conocida localmente como víbora "jergón"- es extremadamente venenosa. "Si te muerde, te mueres".
Cada día, Elsa se enfrenta a obstáculos y peligros en su trabajo: enseñar a las mujeres a cultivar plantas de cacao sanas que aumenten los ingresos de sus familias. En moto por terrenos escarpados o andando por donde la moto no puede llegar, Elsa va de granja en granja enseñando a las mujeres a hacer frente a plagas, enfermedades y otros problemas que amenazan sus plantas.
Elsa vio la serpiente cuando se dirigía a una granja. "Me moría de miedo", dice. No quería dejar la serpiente allí por miedo a que acechara a otras personas. Utilizó su maquinilla de cacao para cortar un palo grande y, con ayuda de la dueña de la granja, mató a la víbora.
Mujeres que ayudan a mujeres
Es parte de un día de trabajo apoyando a la cooperativa de cacao Qori Warmi ("Mujeres de oro"), un proyecto dirigido por la organización Lutheran World Relief de Corus desde hace varios años. Cerca de Pichari, las mujeres de la cooperativa han conseguido aumentar sus ingresos y mejorar la vida de sus familias cultivando cacao y convirtiéndolo en chocolate premiado.
Elsa se alegra de ver cómo familias que antes pasaban apuros han podido mantenerse gracias al aumento del rendimiento de sus cosechas. Con formación y ayuda, las mujeres han podido producir y vender muchas más habas de cacao. Al centrarse en la calidad, las mujeres de la cooperativa pueden fijar sus propios precios y no son explotadas por intermediarios.
"Para mí, la mayor satisfacción es cuando las personas que han recibido esta formación agrícola se apropian de ella y cambian sus explotaciones y sus medios de vida", afirma Elsa. "Ver cómo han mejorado es la mayor satisfacción que tengo".

Elsa Ospino cruza ríos y conduce hasta granjas remotas para enseñar a las mujeres a cultivar mejor el cacao.
Superar los obstáculos
Llegar a un lugar donde la sociedad valora el trabajo de la mujer ha sido todo un reto. Elsa se trasladó lejos de su hogar para dar a las mujeres del valle los conocimientos que necesitan para mantenerse. Conoce de primera mano lo difícil que puede ser para las mujeres la agricultura: ella era una de las seis mujeres de su clase de agronomía, compuesta por más de 60 alumnos. "Me identifico con estas mujeres", afirma.
Gracias a su trabajo, Elsa ha cambiado las actitudes locales sobre lo que las mujeres son capaces de hacer. "Algunos hombres me dicen: 'Eres una mujer. Vete a tu cocina. ¿Qué voy a aprender de ti?". Pero una vez que las comunidades ven florecer los cacaotales, algunos que al principio se mostraban escépticos adoptan las prácticas agrícolas.
Durante las formaciones agrícolas que dirige, Elsa se esfuerza por incluir a mujeres que puedan sentirse tímidas o inseguras. También se esfuerza por implicar a los maridos junto con sus esposas. "Intento promover la armonía familiar", afirma, aplaudiendo a las parejas que trabajan juntas para mejorar sus explotaciones.
Su compromiso con las mujeres de la cooperativa la hace seguir adelante, incluso cuando los obstáculos culturales o físicos hacen que su trabajo sea arduo. A veces se baja de la moto para empujarla por caminos de tierra inundados y con el agua hasta las rodillas.
"Es difícil, pero no puedes rendirte. Porque no hay nada en esta vida que no puedas hacer", afirma. Ya sea sobre su bicicleta o impulsando el éxito de las mujeres agricultoras, "tengo que seguir adelante".

En época de cosecha, Elsa se une a las mujeres de la cooperativa para recoger las vainas de cacao. La carretilla que empuja pesa 45 kilos.