Respuesta a las catástrofes compuestas en un contexto de conflicto y fragilidad
Por el Embajador Daniel V. Speckhard, Presidente y Director General de Corus International
La pandemia de COVID-19 puso de manifiesto la creciente realidad de que las catástrofes -provocadas por el hombre debido a conflictos o naturales- no ocurren en el vacío, y que una comunidad rara vez puede permitirse el lujo de enfrentarse a una sola emergencia cada vez. Las organizaciones humanitarias deben ahora responder rutinariamente a desastres compuestos, múltiples crisis que ocurren simultáneamente o se superponen unas a otras; algunas de impacto repentino, como un terremoto, y otras que se suceden a lo largo de meses o años.
Por definición, todas las emergencias a las que respondió Corus International en 2020 y hasta 2021 fueron desastres compuestos, en los que el COVID-19 se sumó a todas las demás calamidades. Varios de nuestros programas de desarrollo y salud se vieron en la necesidad de reorientar algunos de sus recursos para responder al impacto sanitario y económico del coronavirus. Pero incluso antes de la pandemia, nos dimos cuenta de que teníamos que responder a múltiples crisis que exigían una serie de competencias y un enfoque holístico. Algunas de estas catástrofes tienen orígenes independientes, y otras se producen en cascada: una catástrofe engendra otra. Las tendencias globales, como el cambio climático, tienen manifestaciones locales únicas que se manifiestan de distintas maneras.
Cada vez más nos encontramos con que las personas más vulnerables del mundo viven en entornos frágiles marcados por conflictos armados -otra tendencia mundial-, lo que hace que la respuesta humanitaria sea más compleja y peligrosa. Además, el número de catástrofes causadas por fenómenos naturales se ha duplicado desde 1980, y el cambio climático suele ser responsable tanto del aumento de la frecuencia como de la mayor intensidad de estas crisis. Entre otros factores que contribuyen a agravar las catástrofes está la creciente concentración de población debida a la urbanización.
Corus International respondió a varias catástrofes graves en el último año:
- En nuestra recientemente concluida y exitosa respuesta al ébola en la República Democrática del Congo, nuestras clínicas, trabajadores sanitarios e instalaciones fueron atacados por milicias, con el resultado de daños y muertes. Pero nuestro personal y nuestros socios de IMA World Health siguieron respondiendo.
- Centroamérica ha tenido que hacer frente a varios factores que están impulsando la migración forzosa, como los efectos del cambio climático en los medios de subsistencia de los agricultores, los altos niveles de violencia perpetrados por bandas criminales y la corrupción política generalizada. A estos factores hay que añadir un número especialmente elevado de víctimas del COVID-19 y la destrucción causada por los huracanes Eta e Iota.
- Líbano atravesaba la peor crisis económica de su historia moderna cuando su capital, Beirut, se vio sacudida por devastadoras explosiones, un desastre que exacerbó la propagación del COVID.
Hacer frente a estas complejas emergencias exigirá respuestas, así como preparación mediante iniciativas de reducción del riesgo de catástrofes, que sean polifacéticas y holísticas, tendiendo puentes entre sectores como la sanidad, la agricultura, los medios de subsistencia y la tecnología para el desarrollo. Esto último es prometedor, pero aún nos queda mucho trabajo por hacer. Como hemos visto con la respuesta a COVID-19, muchos de nuestros procesos se han digitalizado, incluida la recopilación de datos de impacto, el acceso a la información, la formación y otras funciones. La falta de acceso a la tecnología y su penetración en algunos de los países en desarrollo y más pobres del mundo crea además una brecha que será difícil de salvar.
Mientras afrontamos estos retos, ofrecemos esta Previsión de Alerta Temprana para 2021, que destaca 10 emergencias humanitarias que continúan o se están agravando y que creemos que requerirán atención urgente en el próximo año. Esta lista no es exhaustiva, sino que destaca aquellas crisis o problemas específicos que tendrán repercusiones en los próximos años.
Por tercer año consecutivo, Yemen, devastado por la guerra, encabeza las Previsiones de Alerta Temprana como la peor catástrofe humanitaria del mundo. Ha sufrido seis años de conflicto constante entre el gobierno, apoyado por una coalición liderada por Arabia Saudí y respaldada por Estados Unidos, y las milicias Houthi, apoyadas por Irán, que controlan gran parte del país, incluida la capital. La guerra ha matado a más de 233.000 personas, 131.000 de ellas por causas indirectas, como enfermedades, hambre e infraestructuras sanitarias inadecuadas.
Casi el 80% de la población -más de 24 millones de personas- necesita algún tipo de ayuda y protección humanitaria. En el último año, más de 25.500 familias se han visto obligadas a huir de sus hogares, empujadas por la guerra, las inundaciones y la pandemia de COVID-19. Sólo funciona la mitad de los centros de salud del país, y éstos se enfrentan a una grave escasez de personal y suministros médicos. La violencia contra las mujeres y las niñas ha aumentado un 17%.
Más urgente aún, la hambruna acecha. La economía se ha hundido y la moneda local se ha devaluado gravemente. Para colmo de males, las nubes de langostas del desierto han infligido grandes pérdidas de cosechas a los agricultores yemeníes.
"Yemen se encuentra ahora en peligro inminente de sufrir la peor hambruna que el mundo ha visto en décadas. Si no se toman medidas inmediatas, pueden perderse millones de vidas", declaró a finales de noviembre el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres.
Respuesta: Corus International trabaja para mejorar la salud de las comunidades afectadas por el conflicto en Yemen mediante proyectos centrados en la gestión de residuos y el suministro de agua limpia y segura.
Aunque el COVID-19 ha causado miedo, sufrimiento y muerte en todo el mundo, la pandemia se ha cobrado un número especialmente elevado de víctimas en América Latina. En septiembre, la región de América Latina y el Caribe, que representa sólo el 8% de la población mundial, era responsable de un tercio de las muertes por COVID en todo el mundo, y de la tasa de letalidad más alta del mundo. Brasil, Argentina, Colombia y México han estado entre los 10 países con más infecciones totales o cerca de ellas, y Perú, no muy lejos, ha tenido uno de los mayores recuentos de muertes en proporción a su población.
La pandemia ha puesto a prueba los sistemas sanitarios locales y la capacidad de la sociedad civil, con una mayor dependencia de las organizaciones locales para atender las necesidades urgentes, dadas las limitaciones de las organizaciones humanitarias internacionales debido a las restricciones para viajar.
Todavía está por llegar el impacto económico total de la pandemia. El Fondo Monetario Internacional prevé que las economías de la región se contraigan un considerable 8% este año y sólo se recuperen algo más del 3% en 2021. La mayoría de las economías latinoamericanas no volverán a los niveles de crecimiento anteriores al COVID hasta 2023, lo que provocará niveles de miseria que el FMI teme que puedan desembocar en disturbios sociales. Según un editorial de The Lancet, una respetada revista médica, hasta 231 millones de personas podrían vivir en la pobreza en la región, un nivel no visto en 15 años. "COVID-19 empezó como una crisis sanitaria, pero ahora es una crisis humanitaria", afirma la revista.
Respuesta: Lutheran World Relief, filial de Corus International, adaptó sus proyectos existentes para que puedan seguir ejecutándose con seguridad en la era del COVID, garantizando que se mitigue el impacto económico de la pandemia en las familias y se cubran las necesidades básicas. En América Latina, la agencia difundió información sanitaria a través de plataformas digitales; proporcionó equipos de protección personal, instalaciones de agua potable y kits de higiene; distribuyó alimentos de emergencia, vales de comida y transferencias de efectivo a los más vulnerables; y ayudó a pequeñas empresas, emprendedores y granjas familiares a mantener sus operaciones y obtener ingresos con las nuevas medidas de seguridad de COVID-19 en vigor. Lutheran World Relief también está prestando servicios psicosociales y de recuperación de medios de subsistencia, así como abordando medidas de mitigación de COVID en refugios de Honduras, donde miles de personas están alojadas después de que los huracanes Eta e Iota provocaran inundaciones generalizadas y corrimientos de tierra que destruyeron viviendas y arruinaron cultivos.
Una serie de crisis en los últimos años ha provocado un deterioro constante de la estabilidad política, económica y social en Burkina Faso, Malí y Níger. La violencia generalizada e indiscriminada de los grupos armados, que ha tenido como objetivo a civiles e infraestructuras públicas, como iglesias, escuelas y hospitales, ha aumentado la tensión política y social. Más de 4.000 personas fueron asesinadas en 2019, lo que lo convierte en el año más mortífero registrado por la violencia extremista.
Además de las dificultades que plantea el COVID-19, la región también ha tenido que hacer frente a una serie de peligros relacionados con el clima, como el aumento de la frecuencia e intensidad de las inundaciones y la sequía. En los últimos meses, la región se vio afectada por lluvias torrenciales que causaron inundaciones en Burkina Faso, Malí, Chad y Níger, afectando a más de 700.000 personas.
Estas múltiples emergencias están impulsando lo que se está convirtiendo en la crisis de desplazamiento de más rápido crecimiento del mundo. Más de 3,5 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares, la mayoría desplazados internos pero con un número creciente de refugiados.
En la vecina Costa de Marfil, la oposición a la reelección del Presidente en funciones Alasanne Ouattara se ha saldado con protestas indignadas que han recibido una respuesta violenta, con heridos graves y muertos.
Respuesta: Corus International, a través de Lutheran World Relief, trabaja con agricultores y organizaciones agrícolas de la región, llevando a cabo iniciativas como Relief to Resilience in the Sahel (R2R) en Malí y el proyecto Sesame Marketing and Exports (SESAME) en Burkina Faso para reducir la pobreza mejorando los ingresos de los agricultores. Otras dos filiales de Corus, IMA World Health y CGA Technologies, trabajan en Malí, ayudándole a ampliar su impacto en los sectores de la salud y la educación.
Desde 2015, 5,1 millones de venezolanos han huido de su país, escapando del colapso económico y la inseguridad social que restringieron gravemente el acceso a alimentos, atención sanitaria y otros servicios esenciales. Muchos se marcharon a pie, caminando días y semanas hasta los países vecinos, la mayoría de los cuales fueron inicialmente acogedores y permitieron el acceso al empleo y la educación.
Pero la vida es cada vez más difícil para los refugiados venezolanos, que se enfrentan a una xenofobia creciente y a los retos que plantea la COVID-19, entre ellos el elevado número de víctimas de la propia enfermedad y la imposibilidad de las familias de acceder a programas sanitarios y de bienestar social. La inmensa mayoría de los refugiados venezolanos dependen de la economía informal para ganarse la vida, con estimaciones que oscilan entre el 60% y el 90% dependiendo del país, y los encierros por la pandemia les están privando de un medio de vida. Las condiciones de hacinamiento dificultan el distanciamiento social, incluso cuando muchas familias se enfrentan al desahucio por falta de pago del alquiler.
Estos retos han desencadenado una migración inversa, con aproximadamente 105.000 refugiados que regresan a Venezuela desde Brasil, según la Organización de Estados Americanos. Estos retornados se han enfrentado a malos tratos y violaciones de los derechos humanos, incluido el cierre arbitrario de la frontera entre Colombia y Venezuela, que limita el número de personas que pueden cruzar. El presidente Nicolás Maduro ha denunciado a los retornados como "bioterroristas" y ha puesto a algunos en cuarentena forzosa en las celdas de las cárceles.
Respuesta: Lutheran World Relief, una filial de Corus International, está trabajando con organizaciones locales en Perú para mejorar el acceso a servicios psicosociales y de recuperación de medios de subsistencia y para proporcionar información crucial COVID-19 para los refugiados y migrantes venezolanos que viven allí. Lutheran World Relief y sus socios han estado enviando mensajes de salud pública y otra información esencial a los refugiados venezolanos a través de la plataforma digital VenInformado (accesible a través de Facebook, Instagram y WhatsApp), que también proporciona recursos virtuales para la orientación sobre actividades generadoras de ingresos a través de enlaces a recursos en línea, incluyendo servicios de referencia de empleo y tutoriales de formación profesional.
Una invasión de langostas del desierto, la plaga migratoria que viaja en enjambres de millones y puede comer diariamente su peso corporal en vegetación, causó daños generalizados a los cultivos en África oriental y Yemen en 2019 y 2020, poniendo a unos 20,2 millones de personas en riesgo de inseguridad alimentaria aguda grave. Los países africanos afectados incluyen Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán del Sur, Uganda y Tanzania.
Los esfuerzos de erradicación hicieron mella en la reducción de la amenaza, pero según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, los enjambres se están reformando en Somalia y ya han cruzado a Kenia, poniendo de nuevo en peligro la región.
La FAO advierte que la plaga de langostas del desierto "representa un riesgo sin precedentes para los medios de subsistencia basados en la agricultura y la seguridad alimentaria en una región ya frágil", acosada por crisis consecutivas que incluyen escasez de lluvias, inundaciones, crisis macroeconómicas y conflictos armados.
Respuesta: Lutheran World Relief, de Corus International, presta apoyo a agricultores y organizaciones de agricultores de toda África Oriental, ayudándoles a mejorar las prácticas agrícolas y a gestionar sus explotaciones como empresas familiares. IMA World Health apoya la salud pública y el fortalecimiento de los sistemas sanitarios en la República Democrática del Congo, Kenia, Sudán del Sur y Tanzania.
El fenómeno climático conocido como La Niña, el enfriamiento periódico de las temperaturas de la superficie oceánica en el Pacífico ecuatorial, se desarrolló a finales de 2020 y se espera que se prolongue hasta principios de 2021. Lo contrario de la tendencia al calentamiento de El Niño, La Niña suele provocar un aumento de las precipitaciones en América Central y del Sur (con la excepción de Uruguay y partes de Argentina), y una disminución de las precipitaciones en África Oriental, incluidos Kenia y Somalia.
Los investigadores temen que el efecto de la acumulación de gases de efecto invernadero haga que los ciclos de La Niña y El Niño sean más intensos y frecuentes. Según Michael McPhaden, científico de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y coeditor de El Niño Oscilación del Sur en un Clima Cambiante, "la frecuencia de los fenómenos extremos de El Niño y La Niña podría aumentar de uno cada 20 años a uno cada 10 años a finales del siglo XXI en escenarios agresivos de emisiones de gases de efecto invernadero ". "Los fenómenos más intensos también podrían llegar a ser incluso más fuertes de lo que son hoy".
Como vimos con los huracanes Eta e Iota en Centroamérica, la región puede enfrentarse a fuertes tormentas y lluvias torrenciales que podrían provocar inundaciones y corrimientos de tierra que llevarían a la destrucción de viviendas e infraestructuras. El aumento de la humedad podría exacerbar enfermedades vegetales destructivas, como la roya del café, perjudicando el sustento de los agricultores.
En África Oriental, el efecto de La Niña podría provocar condiciones de sequía que, combinadas con la plaga de langosta, afectarían gravemente a la seguridad alimentaria.
Respuesta: Lutheran World Relief, filial de Corus International, trabaja con comunidades de los países centroamericanos de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua para ayudarles a prepararse ante las catástrofes. En respuesta a los huracanes Eta e Iota, Lutheran World Relief está trabajando en San Pedro Sula, Honduras, proporcionando ayuda en efectivo y atendiendo la necesidad de agua urgente, saneamiento, higiene y asistencia en mobiliario, con el fin de devolver a sus hogares a los trabajadores, agricultores y otras personas afectadas por el desastre. Una respuesta psicosocial basada en el alojamiento ayuda a quienes sufrieron traumas durante esta emergencia.
La continua crisis de gobernabilidad y el desplazamiento forzado en América Central han ayudado a impulsar la migración a los Estados Unidos, que se convirtió en un foco de política y un punto de inflamación política durante los últimos cuatro años de la Administración Trump. En un intento de limitar drásticamente el número de inmigrantes, tanto legales como ilegales, los funcionarios instituyeron políticas draconianas, como severas restricciones a la capacidad de solicitar asilo en la frontera entre Estados Unidos y México, la política de "permanecer en México", que obliga a los solicitantes de asilo que llegan a Estados Unidos a permanecer en México durante todo su proceso de asilo, y la práctica de la separación de niños.
Es probable que la Administración entrante de Biden se vea puesta a prueba, ya que los analistas de inmigración predicen un aumento sustancial en la frontera sur de Estados Unidos en los próximos meses. Un factor que podría contribuir a la migración hacia el norte es el optimismo ante los cambios políticos previstos con la nueva Administración. Si a ello se añaden los daños causados por los huracanes Eta e Iota, junto con la recesión económica asociada al COVID-19 y los efectos actuales del cambio climático sobre la producción agrícola, todo ello aumentará la presión migratoria. Según las previsiones de las Naciones Unidas, el hambre en Centroamérica aumentará drásticamente debido al doble impacto del COVID-19 y de los daños causados por los huracanes, y se espera que el número de personas que sufren inseguridad alimentaria grave casi se duplique hasta alcanzar los 3 millones.
La Administración Biden tiene la oportunidad de comprometerse con los países centroamericanos de un modo que produzca un impacto sostenible y a largo plazo a través de una diplomacia y una asistencia más centradas y coherentes. Esto podría incluir la defensa de políticas de desplazamiento y migración humanas y basadas en valores hacia la región. Estados Unidos también debería utilizar la ayuda de forma que los gobiernos rindan cuentas por la corrupción, al tiempo que aumenta el apoyo a programas humanitarios, sanitarios y de desarrollo de eficacia probada a nivel local, especialmente los dirigidos a los jóvenes. Y, por último, Estados Unidos debería incluir el impacto de la crisis climática en la planificación con sus socios centroamericanos, incluyendo inversiones en preparación ante desastres y reducción de riesgos, así como asistencia que ayude a los agricultores a adaptarse a los cambios climáticos que están diezmando sus cosechas y obligándoles a abandonar sus granjas.
Respuesta: Lutheran World Relief, afiliada de Corus International, trabaja con pequeños agricultores y sus cooperativas, en particular las de café y cacao, para ayudarles a mejorar la producción y la calidad y conseguir un mayor poder de negociación con los compradores, haciendo especial hincapié en la participación de los jóvenes. La respuesta a los huracanes Eta e Iota se centra en San Pero Sula, Honduras, e incluye la distribución de agua potable, jabón, artículos sanitarios en los refugios y suministros domésticos para las familias que regresan a sus hogares. El apoyo a largo plazo incluye la recuperación de los medios de subsistencia de los agricultores.
En todo el mundo se ha avanzado considerablemente en la reducción de la mortalidad materna e infantil, y la tasa de mortalidad de niños menores de cinco años ha disminuido casi un 60% en las últimas tres décadas. Estas buenas noticias llegan con la advertencia por parte de UNICEF y la Organización Mundial de la Salud de que las grandes perturbaciones en los servicios de salud derivadas de la pandemia de COVID-19, incluidos los sistemas de salud sobrecargados y el miedo a acudir a las clínicas, amenazan con revertir décadas de progreso. "La comunidad mundial ha avanzado demasiado hacia la eliminación de las muertes infantiles evitables como para permitir que la pandemia del COVID-19 nos detenga en nuestro camino", afirmó Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF.
Además, ese progreso ha sido desigual. África subsahariana tiene la tasa de mortalidad infantil de menores de cinco años más alta del mundo, con 76 muertes por cada 1.000 nacidos vivos, una tasa 20 veces superior a la de Europa y Norteamérica, que tiene 4 muertes por cada 1.000 nacidos vivos. África subsahariana, donde 2,2 millones de niños murieron en 2019 antes de cumplir los cinco años, representó más de la mitad del total mundial, un hito que alcanzó por primera vez en 2017. La mortalidad infantil es mayor en las zonas rurales que en los entornos urbanos, en gran parte debido a la dificultad de acceso a los servicios de atención sanitaria y a la falta de infraestructuras públicas que proporcionen agua y saneamiento adecuados.
La mortalidad materna es una historia similar. La mortalidad materna ha disminuido en el África subsahariana un 40% desde 2000. Pero en la región se siguen produciendo aproximadamente dos tercios de todas las muertes maternas del mundo. Casi todas las muertes maternas se producen en el mundo en desarrollo, y más de la mitad en contextos humanitarios frágiles y complejos.
Respuesta: IMA World Health, parte de la familia Corus International, dirige el proyecto MOMENTUM Integrated Health Resilience, apoyado por USAID, una iniciativa de cinco años que trabaja para mejorar la salud y el bienestar de mujeres y niños en entornos frágiles y afectados por conflictos en todo el mundo. El objetivo es mejorar el acceso y la disponibilidad de servicios de salud materna, neonatal e infantil de alta calidad, respetuosos y centrados en la persona, así como la planificación familiar voluntaria y la atención a la salud reproductiva en entornos frágiles y afectados por conflictos, y aumentar la resiliencia sanitaria de familias y comunidades. El proyecto MOMENTUM tiene previstas o ya ha puesto en marcha actividades en Sudán del Sur, Mali, República Democrática del Congo y Burkina Faso.
Líbano, la pequeña pero estratégicamente importante nación de Oriente Medio, sufrió crisis tras crisis el año pasado. Su economía y su mercado laboral estaban al borde del colapso incluso antes de que las catastróficas explosiones gemelas del 4 de agosto sacudieran el puerto de Beirut. La angustia económica se vio agravada por los estrictos cierres para limitar la propagación del COVID-19.
En el mejor de los casos, el liderazgo de la nación era inestable, y en los últimos años había aumentado la influencia de los vecinos autoritarios de la región, lo que amenazaba el equilibrio, siempre inestable, entre las tres facciones que comparten el poder en Líbano: musulmanes chiíes y suníes, y cristianos maronitas. Seis días después de las explosiones del puerto, el gobierno nacional dimitió y los intentos posteriores de formar un nuevo gobierno han sido infructuosos.
Líbano, con una población de más de 6 millones de habitantes, acoge a más de un millón de refugiados de la vecina Siria. Los sirios no viven en su mayoría en campamentos formales, sino dispersos entre 2.100 comunidades rurales y urbanas, y más del 70% vive por debajo del umbral de pobreza, lucha por encontrar empleo y a menudo vive hacinado.
Un Líbano inestable es un riesgo que la comunidad mundial no puede permitirse, especialmente en una región de Oriente Medio que intenta encontrar su camino hacia la paz y la prosperidad en medio de la competencia entre pequeñas y grandes potencias.
Respuesta: En Líbano, Lutheran World Relief, afiliada de Corus International , ha estado proporcionando a familias libanesas desfavorecidas y a refugiados sirios formación agrícola especializada y oportunidades de empleo, complementadas con formación en técnicas de resolución y prevención de conflictos, lo que ayuda a que las comunidades locales y de refugiados, en tensión, aprendan a trabajar juntas. La respuesta inicial a las explosiones de Beirut incluyó la distribución de paquetes de alimentos, que pasó al suministro de artículos no alimentarios, como electrodomésticos de cocina, a medida que las familias regresaban para reparar sus hogares dañados.
La violencia contra las mujeres y las niñas es una lacra mundial que se da en todos los países y en todos los niveles socioeconómicos, y al menos el 30% de las mujeres declaran haber sufrido al menos un incidente en su vida. Tiene profundas implicaciones para la salud, ya que las mujeres que han sufrido violencia contra mujeres y niñas tienen más probabilidades de contraer el VIH y son más propensas al alcoholismo y la depresión, además del riesgo de lesiones y muerte.
Los estudios también han demostrado que la violencia contra las mujeres y las niñas es más frecuente en los países en desarrollo, y es sistemáticamente mayor en el África subsahariana, en comparación con otras regiones del mundo, donde el 44% de las mujeres declaran haber sufrido violencia de pareja.
Los conflictos también pueden ser un importante motor de la violencia contra las mujeres y las niñas, especialmente contra las mujeres y las niñas, lo que incluye torturas, asesinatos, violencia sexual como táctica de guerra y matrimonios forzados. Suele haber altos niveles de violencia contra las mujeres y las niñas en situaciones de posconflicto, dada la ruptura del orden social, la disponibilidad de armas, la impunidad y la normalización de tales acciones durante el conflicto.
Aunque los datos son preliminares, hay informes de que la pandemia de COVID-19 está exacerbando el problema de la violencia contra las mujeres y las niñas. El estrés económico y social causado por la restricción de movimientos y las medidas de aislamiento adoptadas para limitar la pandemia están contribuyendo a la escalada de incidentes, con aumentos superiores al 25%, y algunos países informan de la duplicación de los casos.
Respuesta: IMA World Health, de Corus International, lleva a cabo el Programa de Lucha contra la Violencia contra Mujeres y Niñas (conocido localmente en swahili como "Tushinde Ujeuri"), financiado por USAID, que establece refugios comunitarios y apoya a grupos comunitarios en el este de la República Democrática del Congo para prevenir y responder a la violencia sexual y contra mujeres y niñas con el objetivo de reducir la violencia, resolver el estigma y mejorar la atención integral a las supervivientes.